
El cine japonés de la época estaba de gala. Eso es indudable. Durante los años 50 y 60 directores como Kenji Mizoguchi, Akira Kurosawa, Yasujiro Ozu o Hiroshi Inagaki pusieron a Japón en primera línea cinematográficamente hablando y demostraron que el país nipón tenía mucho que ofrecer. 47 ronin es una muestra de ello.
Cuenta la historia de honor y venganza de un grupo se samuráis que a raíz de un injusto altercado con un alto funcionario del Shogun se han quedado sin señor y planean vengarse. Entre la ejecución del noble y su posterior venganza asistimos a un argumento que va desenmascarando la trama y a los propios personajes que siendo víctimas de las pasiones de otros se ven obligados a cometer actos terribles para salvar su propio honor y el del clan humillado y desposeído de su líder. Es posible que el espectador tenga la sensación de que la obra se atasca y no sepa bien a donde lleva la trama exactamente pero una vez empieza a desenlazarse no queda cabo sin atar. Entre tanto asistimos a muchas referencias de la cultura y folklore japonés pocas veces visto antes en tantísimas películas de samuráis (para mi, a pesar de la falta de suspense en buena parte del film, es lo que la caracteriza del resto de películas de la época) teatro Kabuki, poesía nipona, geishas, luchadores de sumo, guiños a las incursiones Ninja, la presencia europea en el lejano país, el reflejo de la belleza de la naturaleza y el paisaje japonés aportando poesía a la propia historia...todo enmarcado en una historia verdaderamente apasionante y de gran belleza tanto visual como argumental. La obra dura mas de tres horas pero créanme que no tiene desperdicio y que está a la altura de las grandes obras épicas americanas e inglesas de la época, aparte del añadido de saber que fue una historia real que ocurrió en el Japón feudal de principios del siglo XVIII.
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